Desde Davos, en Suiza, a Mariel, a 45 kilómetros de La Habana, en Cuba. Un trayecto emblemático por las reminiscencias del pasado que simboliza la isla caribeña. Pero para el Gobierno de la presidenta Dilma Rousseff y para los nuevos vientos que soplan con Raúl Castro, este viaje no es un contrasentido. Después de debutar en el Foro Económico Mundial de la pequeña localidad suiza, donde dejó claro que el país está abierto a las inversiones privadas extranjeras, Rousseff se trasladó a la tierra de Fidel Castro para inaugurar la primera fase de las obras del puerto de Mariel, con una inversión de 1.092 millones de dólares (casi 800 millones de euros) y construido por la compañía brasileña Odebrecht, firma que encabeza muchas de las infraestructuras que Brasil financia en otra docena de países latinoamericanos.
El Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), brasileño y una de las instituciones de desarrollo más grandes del mundo, prestó 682 millones para que Odebrecht pudiese construir, en colaboración con la empresa Quality, vinculada al régimen cubano, una terminal de contenedores en el puerto de Mariel. El coste llama la atención porque supera, incluso, el total de las exportaciones brasileñas a Cuba: el año pasado fueron 530 millones de dólares, con la venta de salvado y aceite de soja, maíz y maquinaria, entre otros. Los cubanos ocupan el puesto 51 entre los socios comerciales brasileños. El BNDES, entretanto, argumenta que se trata de un proyecto que será rentable para el banco ya que facilita la exportación de bienes y servicios de una empresa brasileña y recibe después el préstamo con intereses, que serán contabilizados como ganancia del banco.
El ex ministro de Desarrollo del Gobierno de Lula, Miguel Jorge, asegura que el proyecto tiene un gran valor estratégico para el país. “Brasil está posicionándose en un momento en el que Cuba está poniendo fin al bloqueo económico”, dice Jorge, responsable de urdir el acuerdo con las autoridades cubanas y con Odebrecht en su etapa como ministro. “El puerto atraerá a empresas brasileñas que podrán exportar a América Central y eso es importante”, afirma.
El megapuerto, que tendrá capacidad para acoger a buques de mercancías de la generación “post-panamax” y la gestión de hasta un millón de contenedores al año, forma parte de la Zona Especial de Desarrollo del Mariel (ZEDM), la primera de su tipo en el país caribeño, que albergará parques industriales de alta tecnología y zonas de actividades logísticas, comerciales y de servicios, incluida una base de petróleo. El pasado 1 de noviembre entró en vigor la normativa que regula ese proyecto que el Gobierno aspira a convertir en uno de los motores económicos de la isla para generar exportaciones, nuevas fuentes de empleo y atraer las inversiones extranjeras. Desde esa fecha se han recibido propuestas de inversión, además de las brasileñas, por parte de empresas de México, Argentina, Chile y República Dominicana, entre otras.
En Odebrecht explican que el proyecto de Mariel les abrirá la puerta para invertir en nuevos proyectos, como un aeropuerto nuevo en Cuba. De hecho, la división de infraestructura de Odebrecht firmó con el Grupo de Administración Empresarial del Azúcar (Azcuba) un contrato para modernizar la producción de la Central Azucarera 5 de septiembre, en la región de Cienfuegos. La filial también negocia un proyecto de ampliación y puesta al día de las infraestructuras aeroportuarias cubanas. Ambos negocios, así como el puerto de Mariel, están patrocinados por el BNDES.
De esta manera, Brasil va ocupando el espacio que antes pertenecía a Venezuela como principal impulsor de la economía cubana. “Brasil quiere convertirse en el principal socio de Cuba”, dijo Rousseff, durante la inauguración del puerto, al lado de Raúl Castro. Con estos préstamos, la isla caribeña es deudora del Gobierno de Brasilia y compensa la generosidad de la presidenta Rousseff con acuerdos como el programa Más Médicos, por ejemplo, por el que el gigante suramericano importa médicos cubanos para suplir la carencia de profesionales de la salud en las regiones periféricas del país. Hoy comienza el desembarco de más de 2.000 médicos de la isla que empezarán a prestar sus servicios a partir de marzo. Es la tercera oleada del programa que comenzó el año pasado.
Sin embargo, cualquier movimiento en relación con Cuba se ve con reticencias en Brasil, sobre todo en un momento en el que el país tiene una política exterior tímida que no se acompasa con el momento actual en el que los países vecinos están cerrando ambiciosos acuerdos de libre comercio. “El apoyo a las obras del puerto de Mariel no es una simple cuestión de infraestructura, sino un gesto político”, dice Alberto Pfeifer, director de negocios del Consejo Empresarial de América Latina (CEAL). Para él, ir de Davos a La Habana es un movimiento muy simbólico, que intenta subrayar una cierta independencia de Rousseff. “La presidenta quiere mostrar es ella quien decide qué hacer, con quién y de qué forma”, explica.
Para Pfeifer, las ganancias en un proyecto como el puerto de Mariel son limitadas. “Deberíamos concentrar nuestros esfuerzos en proyectos con más énfasis económico y comercial”. La propia cumbre de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC), que comienza hoy en Cuba, tiene un peso más político que económico y emite señales difusas sobre la política de apertura comercial de Brasil.
En la página oficial del Palacio de Planalto, el Gobierno brasileño reproduce una información divulgada por Odebrecht, en la que se asegura que el puerto de Mariel está generando 153.000 empleos, directos, indirectos o inducidos ya que, por cada 100 millones de dólares exportados por Brasil en bienes y servicios, se crean 19.200 empleos. Del total de la inversión final de 1.000 millones de dólares, 800 se gastaron en territorio brasileño, contratando cerca de 400 empresas, explica Odebrecht, a través de su servicio de prensa.